Por Pedro Octavio Reyes Enríquez
En el momento en que dije: “Gerardo, ¿tus padres viven?”, me contestó que no. Inmediatamente le pregunté: “¿Pero ellos te siguen hablando? ¿A veces te llaman la atención?”. Me respondió que sí. Él es una persona mayor de 60 años, le gusta leer y cuestionar la vida, pero a partir de ese momento, él y todos los presentes me pusieron atención en todo lo que iba diciendo y me daban la razón.
Llegué con mi hija Mariana a la presentación de mi libro Niños respetuosos, seguros y sin límites: Acompaña a tu hijo, llénalo de vida, en el Centro Cultural Casa Principal, espacio administrado por la Secretaría de Cultura de Veracruz, localizado en el Centro Histórico de la ciudad. Me habían hablado dos semanas antes para que lo presentara.
Desde el momento en que me invitaron, me resistí un poco, aunque siempre que me invitan a dar una charla digo que sí. Además, quien amablemente me lo solicitó es un amigo de muchos años, mediador de lectura, que siempre ha impulsado las letras y a los autores locales. En realidad, era una distinción para mí, y, por otro lado, él siempre ha respondido a mis llamados cuando le he solicitado que asista a actividades culturales. Estaba más que comprometido.
El resistirme era debido a que los asistentes eran los integrantes de la Sala de Lectura Veracruz 500 años, un grupo con más de 10 años de trayectoria, coordinado por Juan Carlos Ocampo y formado por personalidades del ámbito cultural local. Muchos de ellos han publicado más de un libro, son amantes de la lectura y, además, críticos de la literatura. Mi texto, por otro lado, va dirigido a padres con hijos entre los 3 y 10 años, la mayoría de ellos mayores de 50 años.
No era un público fácil, pero sin duda un reto para mejorar mi texto y un espacio para reflexionar sobre lo escrito. Sin embargo, reconozco que estaba un poco nervioso.
Al principio, todos se presentaron y platicaron sobre cómo habían llegado a ese espacio y por qué les gustaba leer. Fue un momento interesante que me permitió comprobar mi hipótesis inicial: era un público exigente.
Pasó media hora desde que inició la actividad y yo estaba ansioso por empezar a hablar. Todos platicaban anécdotas y momentos, en otras circunstancias me hubiera interesado, pero ya me estaba poniendo nervioso.
Al finalizar las presentaciones, pude empezar a hablar sobre cómo surgió la idea del texto, cómo lo empecé a escribir, las limitaciones que tuve y las fuentes de inspiración, siendo mis hijas y mi esposa.
Posteriormente, recurrí a la técnica de lectura comentada. Repartí fragmentos de mi libro y fuimos leyendo juntos. Algunos todavía estaban escépticos y hacían críticas sobre la educación actual, pero cuando les recordé cómo los educaron sus padres y cómo retomo algunos elementos de esa forma de tratar al niño de hoy, me dieron la razón.
Especialmente cuando les dije que la prueba de oro de la buena educación de una madre o de un padre es que, aunque ya no esté con nosotros, nos sigue aconsejando, corrigiendo e incluso regañando. Fue un momento en el que hice una breve pausa y vi sus caras, que indicaban que estaban reflexionando con nostalgia y amor sobre la manera en que habían sido formados en su infancia.
El espacio donde se presentó mi libro me agradó. En ese momento, estaba la obra de Jazzamoart (así se hace llamar el artista plástico), cuyas pinturas de gran formato enmarcaron mis palabras y las de todos los presentes. Estábamos en medio de una galería, que por momentos distraía las miradas, pero sirvió para relajar la mente.
El Centro Cultural Casa Principal es un espacio donde se promueve y difunde obra de artistas contemporáneos. Es un recinto histórico que inicialmente se construyó para albergar a la orden de los jesuitas, data del siglo XVIII y es de estilo barroco. Es un sitio emblemático para las artes en el puerto de Veracruz. En lo personal, estoy contento de que ahí se presentara mi libro.
Las reflexiones sobre la educación continuaron y la mayoría empezó a coincidir con lo que decía el texto, considerando que es importante desarrollar estrategias didácticas para formar a los niños de hoy. Había dos profesores presentes que me pidieron ir a sus escuelas a presentar el libro o hablar sobre cómo poner límites a los hijos, tema que abordé. Eso me indicó que había llegado a mi público meta y que estaba gustando a los presentes.
Uno de los asistentes, padre de familia y abuelo, mencionó que, en definitiva, si la mayoría de los padres de familia siguen educando a sus hijos como se viene haciendo ahora, la violencia en la sociedad mexicana continuará aumentando.
Hubo interesados en comprar el libro. Algunos lo adquirieron en ese momento y otros me preguntaron en qué librería lo vendían. Señalé que en Veracruz, en las librerías Mar Adentro y Librería Científica, y desde luego por Amazon.
La sesión terminó con felicitaciones de los presentes y con fotos del recuerdo. Me sentí satisfecho y motivado para seguir mostrando mi libro en cualquier espacio que me inviten.
Antes de despedirme, el coordinador de la Sala de Lectura, Juan Carlos Ocampo, me dijo: “Pasaste la prueba, al principio te noté nervioso, pero después controlaste la situación”. Solamente sonreí y agradecí la invitación. Mostrar un texto propio siempre es un reto, no se sabe cómo van a reaccionar los demás, y por otro lado, es algo personal, que por más que sea justificada la crítica, siempre llega a los sentimientos del autor, aunque uno quiera ignorarla.
Fotos: archivo del autor