Por Rosanna Ianniello

La mujer es celular, física y sociológicamente diferente al hombre. La cultura femenina, es decir, las formas de percibir el mundo y procesar los eventos, ha sido relegada en nuestras sociedades occidentales, tanto europeas como latinoamericanas. 

Desde el feminismo del siglo XX se asumió a la mujer en eterna desventaja -con respecto a lo masculino- en todos los aspectos de la vida, victimizando-se, no asumiendo lugares y acciones naturales de los asuntos públicos. A esta premisa se refiere la escritora y periodista mexicana Rosario Castellanos en su ensayo Sobre cultura femenina (FCE, 2005), donde expone que las mujeres deben responsabilizarse de sus vidas, madurando ideas y proyectos que tienen una vigencia importante en la actualidad.

Ahora bien, si hacemos un viaje a otro tiempo para revisar textos sobre la mujer, encontramos el de Daniel Defoe, titulado La educación de las mujeres (1719). En este escrito el autor inglés, también periodista, expone ideas relevantes sobre cómo el sistema asume las modalidades de educación de las mujeres durante el siglo XVIII. Leer, coser, bordar, tocar el piano, cocinar, criar, limitan a las mujeres al espacio privado, sin tener alguna posibilidad de aportar “ideas” en procesos políticos, económicos o sociales. 

En ambos textos, tanto en el de Defoe como en el de Castellanos, se desmonta el pensamiento machista y androcéntrico de muchos especialistas en temas de la mujer, a partir del cual los hombres constituyen el sujeto de referencia y las mujeres quedan invisibilizadas o excluidas.  En los dos escritos se resalta a la mujer en roles solo en espacios privados, es decir, la mujer sirviendo a otros. Además, se asume a la mujer como la que organiza la vida de los demás sin ser capaz de organizar y liderar la suya propia. 

Hay algunas diferencias en los dos escritos, y tienen que ver con el tiempo y la geografía en el que surgieron de la pluma de estos grandes escritores universales. Defoe escribe en los años 1700 y Castellanos lo hace en los años 2000. Importante es resaltar que esto nos hace concluir que un hombre y una mujer pueden coincidir en el ensayar o referir sobre un tema tan importante como es la cultura femenina en espacio y tiempo distintos.

Sociológicamente, la interacción mujer-hombre implica un constante proceso de construcción y renovación, incluida la perspectiva de género. En ese transcurrir del tiempo destacan logros históricos femeninos de relevancia universal. 

Tal es el caso del derecho al voto. En Latinoamérica, el voto femenino se introduce tempranamente en Ecuador, aprobándolo en 1929 y Chile y Uruguay, haciéndolo en 1931. El voto de la mujer en países caribeños como Venezuela se introduce en 1947. En este territorio ella ha tenido que luchar contra las limitaciones que le ha impuesto el hombre y contra las normas sociales que le ha cargado la familia, la sociedad y la religión hasta finales del siglo XIX. 

Es durante el siglo XX cuando la participación de la mujer en los ámbitos sociales (educación, arte, cultura, etc.), políticos, económicos y otros, en estas tierras, se abre a una nueva etapa: la de asumir roles públicos sin abandonar el ámbito privado (el de la familia). 

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