Por Briseida Barrón González

Mi estómago, que raro se ha puesto mi estómago, en estos días que se nos presenta una
pasarela de cuerpos atléticos y perfectos desfilando por los recintos olímpicos, es innegable
auto percibirme diferente, la piel que cuelga de mi cintura se parece más a un flotador
coqueto, permanente y bien puesto, la protuberancia delantera es como la cabeza de la
garza, el delfín o la tortuga.
¿Qué cómo creo que se ve?, con esta descripción diría que para nada se ve bien y cualquiera
al leerme pensaría lo mismo, recuerdo en alguna ocasión tomar un plumón negro y dibujar
sobre el lienzo flojo y liso un rostro bien delineado, con ojos grandes y boca pequeña, se
parecía más a un bebe regordete cachetón y era mi estómago rellenito el que le daba forma.
Sé de donde viene esa parte de mi cuerpo que ya no tiene los años mozos y que me hace
beneficiarme de las dietas de televisión, así como de esos aparatos que después de una sola
vez de uso se quedan en el rincón del cuarto de lavado donde terminarán por oxidarse.
Esta, mi parte que trato siempre de esconder en los balnearios o cuando me pongo un
vestido entallado me recuerda que estoy en la antesala a la menopausia, que mis hormonas
están disparadas y la edad cumple su parte, o quizá sean las excusas que pongo a una
alimentación deficiente.
He aprendido a convivir con ese pedacito de carne floja y antiestética, no me gusta pensar
en ello, yo, una persona que ha luchado en contra de los estereotipos, pero este es mi
estómago raro, ridículo y perfectamente asimétrico.

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