Por Emma del Carmen

Recientemente se estrenó Nuevo Orden; la nueva película del joven director mexicano Michel Franco. Sin duda, desde que se mostró contundente ante su postura sobre el término whitexicans, argumentando y denunciando un tipo de racismo a la inversa, esta película nos dejó con mucho que decir.

            La trama es sencilla. Se trata de una distopía: un nuevo orden que se desata en México a partir de las revueltas sociales; éste es impuesto por el ejército y, dentro de él, se hacen visibles las diferentes conductas de injusticia, impunidad y corrupción hacia el pueblo mexicano (el pueblo mexicano es un decir). Como decía, esa es la premisa que la historia plantea. Sin embargo, ¿eso retrata la película? ¿Qué postura quería tomar Michel Franco? ¿Quería denunciar la brutalidad militar o proteger el gremio privilegiado?

Vamos a darle crédito a las excelentes tomas y maravillosas locaciones: Reforma, Coyoacán y algunas calles de París, retratan al México en la revuelta social que actualmente vivimos, el México descontento que se despierta buscando justicia. Sin embargo, el universo que plantea es uno que amenaza, en términos burdos, que si la protesta continua y la milicia toma el poder, acabaremos en una distopía social en manos de un gobierno corrupto.

Me produce molestia la falta de información que parece mostrarse en esta película. Al parecer el término whitexican no es el único término y concepto que el director desconoce, durante la película podemos percibir diferentes posturas que nos sacan de contexto y parecen burlar la lucha que sucede actualmente en México y América Latina. Por ejemplo: ¿qué hace el color verde ahí? ¿Qué acaso no se sabe el peso político que actualmente tiene el color verde? Y no, no existe denuncia o postura alguna hacia la legalización del aborto. Entonces, Michel Franco, hubieras escogido al azul para pintar las casas de Polanco y la sangre de la burguesía.

Póster oficial de ‘NUEVO ORDEN’, la nueva película
de Michel Franco protagonizada por Naian González Norvind,
Mónica del Carmen, Diego Boneta y Darío Yazbek.

Me queda otra duda: ¿Por qué no sabemos la causa de las revueltas sociales que se retratan? No hay contexto alguno: “putos ricos” o algún graffiti por el estilo es lo único que nos da al público para entender qué está pasando: un hartazgo por parte de las clases desprivilegiadas. Innovador. Quiero asumir que, después, cuando el ejército toma el poder se quiso dar a entender que la revolución “cambió de bando”, pero para esta película el enemigo es uno: la clase baja mexicana. Y la clase burguesa es pintada como una especie de víctima, cuyo “crimen” es no dar más de $35,000 cuando se los piden. Villanos.

Me gusta la sensación de salir en silencio del cine, cuando una película me deja un millón de preguntas que no me interesa responder en voz alta; preguntas que me duran mucho tiempo sin ser resueltas; que me dejan con la consciencia y los nervios inquietos. Lamentablemente, esta no fue la ocasión. Al salir del cine me quedó una cosa muy clara: esta película la escribió un hombre blanco privilegiado de México. No hay denuncia, y si la hay, la estructura es fallida. Lo que transmite la película es el incremento de una histeria y miedo que actualmente tiene a nuestro país dividido: el temor de las clases altas a las clases más bajas. Proyecta, de igual manera, una fuerte postura en la que parece impulsar que el pueblo de México no haga protestas y se conforme para que no estalle un nuevo orden que joda a la clase burguesa.

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