Por Salma Fano
Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) fue uno de los mayores exponentes del modernismo en México. De hecho, fue de los primeros, pues incluso antes de publicar la revista del modernismo Azul (1894) ya había publicado sus Cuentos frágiles (1883), los cuales tienen diversas características de este movimiento. Entre estos relatos se encuentra Después de las carreras. Yo no sabía nada del autor ni del cuento la primera vez que lo leí, por tanto, no tenía expectativas.
Sin ser muy obvio, este texto se divide en tres partes: la primera es la descripción de la vida y el personaje de Berta; luego, una pequeña conexión entre la primera parte y la tercera, en la que se nos presenta un elemento fantástico y esencial en la que sabemos cómo llegó el narrador a estar dentro de la historia, aunque siempre de manera superficial, como testigo y nada más; finalmente, la tercera parte, en la que conocemos a Manón, nuestro personaje principal. Durante toda la estructura, Gutiérrez Nájera no pierde la sutileza de su lenguaje, ni siquiera cuando la prosa se rompe para dar paso a unos versos, ya que estos siguen la gracia de la pluma de su autor y el ritmo de lo que se está contando. Esta delicadeza también se encuentra más allá de la forma del lenguaje, viaja hasta la historia y acaba en las ideas, en lo que el autor quiere decir. La vida de Manón es frágil, siempre lo ha sido, incluso cuando vivía entre riquezas; ahora es una joven pobre trabajando para una familia rica, depende de sus sueños para encontrar felicidad. El cuento deja una suave sensación de tristeza y belleza. Tristeza por lo que vive el personaje: lo quebradizo de su antigua vida, lo amargo de su presente y lo nostálgico de sus sueños. Belleza por el lenguaje y las imágenes, por la presentación de la vida de Berta, e, incluso, por los sueños utópicos de Manón. Aún con lo anterior, hay dos momentos en todo el cuento que rompen con esta delicadeza: el primero se da cuando el autor quiere hablar sobre la piedad y el falso altruismo de la gente, pues coloca una palabra que resalta por su fuerza entre todas las demás, sin embargo, si la vemos como una manera de destacar ese párrafo y esas ideas, puede funcionar, aunque, para algunos lectores, puede resultar demasiado obvia; el segundo momento es muy parecido al anterior: una voz en el interior de Manón trata de darle una lección sobre lo fugaz y superficial de las cosas que envidia y, aunque, una vez más, se puede justificar con el desarrollo de reflexión que está teniendo debido a su nueva situación, para algunos puede resultar moralizador y quizá se pudo dar a entender de otra forma. Nada de esto, le resta impacto y esplendor a la obra.
Gutiérrez Nájera tenía una afición por lo clásico, y esto se nota en otro aspecto importante del cuento: las evocaciones a figuras mitológicas, que sirven para juntar el realismo con lo fantástico, pero también para realzar el tema: la delicadeza. Estas figuras aparecen en momentos clave, pero fugaces, como el adormecer. Lo que también realza la diversidad del autor, que combina diferentes movimientos: aparece lo clásico, el realismo, la poesía, y el modernismo. Este último se encuentra en la actitud de ruptura ante la burguesía; una discordia con el tiempo como lo conocemos, que en este cuento se rompe con los sueños y los viajes al pasado de Manón, y una exaltación de la soledad, la tristeza e, incluso, el erotismo (cuando hay menciones mitológicas). Asimismo, hay autores modernistas que se basaban en lo clásico para renovar, ya fuera en lenguaje o ideas, como lo hizo Rubén Darío en Rubí.
El lenguaje poético lleva a la reflexión. A pesar de las imágenes tan exquisitas que contiene, en cada línea hay algo para pensar; ninguna cosa se sobrepone a otra, ambas (poesía e ideas) se complementan y dejan al lector una sensación de sublimidad.
Después de las carreras es una obra hilada por la delicadeza, se mueve a través de un lenguaje suave, unos personajes frágiles y unas imágenes exquisitas. Todo para poder darnos un mensaje de lo débil, desconsolador e injusto del mundo; lo alentador de los sueños y lo desgarrador del despertar.
Si este es el primer cuento que el lector lee de Gutiérrez Nájera, entrará a los demás con gran entusiasmo y altas expectativas.